Cómo se reinventó el polvoriento diccionario Merriam-Webster
Un diccionario es el lugar donde se encuentran las palabras. Todas las palabras. Las palabras comunes que se usan todos los días y palabras más raras que, de repente, reaparecen en la conciencia colectiva. Todas están ahí, todas archivadas y explicadas.
Esta empresa histórica está ahora de plena actualidad, habiendo sobrevivido a la mayoría de sus competidores en el negocio, una vez próspero, del diccionario de impresión. ¿Cómo? Al proporcionar, en Internet, durante las dos últimas décadas, una parte de sus 200 años de información acumulada; información que cuenta con una asombrosa tasa de 100 millones de páginas vistas al mes.
El diccionario está de vuelta.
El «Webster» de Merriam-Webster fue Noah Webster, fundador del primer periódico diario de la ciudad de Nueva York y que en 1806 publicó un Diccionario Compendio de la Lengua Inglesa, en el que estableció muchas de las ortografías americanizadas de palabras inglesas de referencia.
Durante las dos décadas siguientes trabajó en su diccionario americano del idioma inglés, que vio la luz en 1828. Webster murió en 1843 y, cuatro años más tarde, los hermanos Merriam de Springfield editaron la primera de las revisiones principales de la compañía. Siguieron más ediciones impresas, el negocio funcionó durante más de un siglo. Y, entonces, apareció Internet.
En 1996, en un momento en el que muchas empresas del sector de la información estaban alarmadas ante la posibilidad de poner su contenido a disposición de forma gratuita, un ejecutivo de Merriam-Webster supervisó la transferencia de la edición más reciente del Diccionario Colegiado a una Base de datos de búsqueda en la Web. Esta iniciativa ha hecho de Merriam-Webster una autoridad indiscutible en el inglés de la era online (y GreenData tiene el placer distribuirlo en exclusividad en España, dicho sea de paso).
Además, su sitio web es el de más tráfico, la compañía tiene un canal YouTube y ofrece una variedad de aplicaciones premium y gratuitas para smartphones, apoyadas, en parte, por anunciantes online.
Por otra parte, Merriam-Webster ha aprendido claramente cómo aumentar su reconocimiento de la marca con el uso de medios sociales. Su cuenta de Twitter ha sido señalada como un ejemplo astuto, peculiar y humanizador de las comunicaciones corporativas y se la ha denominado como «la más atrevida cuenta de Twitter de la era Trump».
La intimidad de los medios de comunicación social ha permitido a la compañía destacar el trabajo de sus lexicógrafos entre bastidores, mostrar a gente real que escribe y edita el diccionario, y dejar claro que, en un tiempo de profundas diferencias sociales y políticas, el diccionario y sus definiciones siguen siendo una fuente imparcial de información.
Uno de sus editores ha encontrado una especie de “bohemia digital” en su última tarea diaria. Imprime su guion para el podcast de Word of the Day: «La palabra de hoy es ‘deem‘, deletreada D-E-E-M. ‘Deem’ es un verbo que significa «venir a pensar o juzgar, a considerar».
Las palabras nos pertenecen a todos. Esa era la premisa de Noah Webster. Y ahora, en un mundo que Webster no podría haber imaginado, sus sucesores están entregando ese mensaje de una manera nuevamente definitiva.
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